Cuando uno se dedica a hacer una mudanza trata de aliviar la carga a llevar y se deshace de ciertas cosas que cree innecesarias. Por el contrario, hay otro tipo de enseres que se empaquetan concienzudamente, de tal manera que, hasta que no han pasado unos 15 ó 20 años, no aparecen. Entre estos últimos cabe destacar los certificados para la declaración de Hacienda y el DNI. Pero heme aquí que, entre los papeles que estuve colocando el fin de semana pasado, me ha aparecido un documento que creía perdido. La suerte se ha aliado con el buen tiempo meteorológico para que pueda mostraros uno de los manuscritos más importantes, si no el más, que obra en mi poder.
Hace 25 años más o menos, cuando vivía en un bloque de vecinos cerca del centro de la ciudad -no quiero dar demasiados datos para que no haya investigadores históricos molestando a vecinos inapropiados-, me encontré con una sorpresa al bajar al portal de la casa. En un cristal de la puerta de entrada, fijado con dos tiras de cello verticales, había un papel con la inscripción que, bastante bien, se puede apreciar en el documento número 1 que aporto. Lo primero que pensé fue en robarlo, cogerlo de la puerta sin más y desaparecer. No. No estaba bien. Podría privar a los inquilinos de una información primordial para su existencia y su futuro. Lo que hice fue tomarlo con infinito cuidado, hacer una fotocopia en la tienda de al lado y volver a pegar no el original, bien guardado a mi recaudo, sino la fotocopia con dos tiras de pegamento tal cual se encontraba el texto original. Mi sorpresa fue inmensa al volver por la noche a casa, serían las 9 si acaso, y encontrarme al presidente de la comunidad junto a otros dos vecinos, manos en barbilla, preguntándose que sentido tiene que alguien coja un simple papel informativo pegado en el cristal de la puerta de entrada y en el mismo sitio dejar una fotocopia de él. Yo me llevé la mano a la barbilla (más que nada para no levantar sospechas) y al poco me subí a casa a saborear y disfrutar del escrito original.
No es un gran documento por su extensión, he de decir, pero si es de primera índole por el texto que acompaña. A simple vista se puede apreciar que estamos ante uno de los primeros textos que dieron origen a la Lengua Castellana. La corrección no es completa. De acuerdo, hay ciertas imprecisiones. Pero si eximimos al autor de los fallos propios de la época se puede apreciar un gran dominio de la caligrafía y la ortografía. Los exquisitos me dirán que cómo es posible que una palabra vaya en mayúsculas toda ella salvo la primera letra, que es la que tendría que ser. ¡Tonterías! Es lo que se llama genialidad del escritor. Que la lengua castellana haya tirado a otros derroteros no deja de ser sino una de las posibilidades existentes. ¡Qué le vamos a hacer! Hay otro detalle digno de mención: esa Q mayúscula. ¡Qué Q mayúscula! La tipografía, que no tiene nada que envidiar a la creada por Mariscal o por Elenita, la hija de una clienta, es de un acabado inaudito. ¿Qué dónde está la “u” que tendría que venir a continuación? Señores, este es el primer texto que anticipa la era de los SMS que nos invade. Visión de futuro del calígrafo más bien diría yo.
Pero mi mayor sorpresa, aparte del gran hallazgo tipográfico y lingüístico, ha sido al descubrir esta misma tarde que la parte posterior del documento (Documento 2) añade datos fundamentales del asentamiento asirio que tanto ha preocupado a los historiadores de la ciudad. Se puede apreciar, justo a la representación frontal de una mano -se ve que es la unidad de medida de longitud de esos tiempos- con las anotaciones “mano larga”, -está claro que es un poco más que una mano y que queda expresado en el croquis por la adición de las cinco falanges suplementarias en ella-, que es el punto exacto de los restos necrológicos de la cultura arcaica que tanto han intrigado a los estudiosos de esta ciudad. Creo recordar que ya el propio Cisneros dejó escrito algo acerca de dichos restos. Se aprecia por los datos que aporta el documento visual que, sin duda, esos restos son visibles desde la ventana del primer piso. El autor da asimismo detalles de un anterior uso del bloque de viviendas: una iglesia. Se detalla una cruz en el frontispicio derecho, cerca del humo procedente, se supone, de la cremación de los restos babilonios. Todo encaja. La rosa de pitiminí, una de las flores sagradas de la cultura ancestral de dichos parajes, así nos lo corroboran. Este documento que cederé a los organismos pertinentes, junto a otros entre los que se cuentan dos listas de compra del siglo pasado con sus tickets de caja y una chapa de gaseosa Cervantina, podrán ser vistos por el pueblo llano en la próxima exposición de tesoros cervantinos inéditos en la Capilla del Oidor, dentro de los actos conmemorativos de la Semana Cervantina en el próximo otoño.
P. D. Ahora que me fijo, ¿no es un reloj digital lo que luce la mano en el documento? Tendré que mirar todo ello de nuevo con más detenimiento…
(¡Qué ganas tenía de hacer al gamberro al menos por una vez!)
Bueno, no tiene desperdicio este documento…jajajaja…, me he reído muchísimo!!! genial
Yo tengo una buena colección de fotos de este tipo (más práctico que fotocopiarlo). Recuerdo una, de un cartel de México, que anunciaba en enormes letras:”Ginecólogo cosmopolita”