Esta colección de post es un recordatorio de libros que transcurren en ciertos parajes del mundo y que creo que son interesantes para aquellos que van a iniciar una aventura por esas tierras. O para los que una vez de vuelta quieren seguir enganchados en ese tiempo de vacaciones.
La miseria de las cosas
Dimitri Verhulst (Lengua de trapo editorial)
Título original: De helaasheid der dingen
Traducción de Marta Arguilé
208 Páginas – 17,50 €
Se me ocurre a mí escribir unas memorias a la usanza de Dimitri Verhulst y estoy desheredado para el resto de mi vida y con la Gestapo siguiéndome el rastro para hacerme desaparecer de la faz de la Tierra.
Dimitri Verhulst nos deslumbra, una vez más, con una obra de corte autobiográfico en la que el humor más bestia y corrosivo no deja títere con cabeza, a la vez que pone en tela de juicio muchas de las costumbres de occidente, haciéndonos pasar uno de los ratos más divertidos que recuerdo con la lectura de un libro de los últimos años.
El posible retorno de tía Rosie a Reetveerdegem fue visto como un grato sobresalto en las vidas de los perfectos inútiles de nuestros hombres, de los que yo era uno en ciernes. El día rompía con su nombre – ¡Rosie!¡Rosie! -, que anunciaba esperanza. ¡Alguien volvía! ¡Alguien que había nacido aquí y había abandonado este lugar, regresaba! Y tía Rosie nada menos. Su retorno fue interpretado como una señal bíblica, una prueba de que Reetveerdegem no estaba tan mal ni nosotros éramos tan insignificantes como estaba científicamente demostrado. Es cierto que mi tía Rosie era una mujer de rara hermosura y que daba mucho prestigio haberse acostado con ella. En la flor de su belleza, mi abuelo se dejaba invitar de buena gana por jóvenes intrépidos que se ganaban sus simpatías empinando el codo (no tenía ni pizca de respeto por los hombres que no sabían beber), y lo retaban a duelos alcohólicos en los que estaba en juego el título de yerno ideal. Por entonces el cáncer ya se había extendido por su cuerpo rectilíneo, tenía que interrumpir sus fenomenales sesiones de bebida cada vez más a menudo para ir a escupir sangre al váter, y al final, no pudo asistir a la boda de sus admiradísima hija. Cinco metros, parece que esa es la profundidad a la que, también a los borrachos, se nos sepulta en la piadosa tierra. Antes de consumirse en un asilo, mi abuela consideró su deber de viuda sacar lustre todas las semanas a la lápida de mármol negro de su difunto marido. Después del funeral de su padre, Nuestro Sumo Bebedor, tía Rosie se entregó a un hombre sin historia y se instaló con él en la lejana capital para profundo desconsuelo de nuestros jóvenes, que a partir de entonces tuvieron que hacer desgraciadas a mujeres más feas. En nuestro pueblo todo lo bello estaba conenado a irse o a marchitarse.
Dimitri Verhulst es el joven protagonista de esta historia y que, junto a su padre, y abandonados por una madre harta de ellos, pide asilo en casa de su abuela. Allí, junto a dos hermanos de su padre, alcohólicos perdidos, y unos amigos de lo más impresentable, pasará los mejores años de su vida. Claro que, a muy pesar de todos ellos, un buen día aparece una asistente de los servicios sociales a ver el ambiente en el que se desarrolla ese chico… y las cosas empiezan a cambiar.
A Dimitri Verhulst le conocí a raíz del brillante debut que tuvo, de la mano de esta misma editorial, con su anterior obra Hotel Problemski. Y es que este joven escritor tiene la bis cómica dentro de su sangre. Aunque en su primera novela las lágrimas de risa se alternaban a las producidas por la tristeza y soledad del desamparado de sus protagonistas, en este caso el cáustico desequilibrio de la balanza es, gracias a Dios, hacia el lado de la comedia. Los capítulos, que son cada uno de ellos una aventura completa, son sin lugar a dudas de lo más hilarante que se puede encontrar en el panorama de las letras contemporáneo. Desde la presentación de todos los protagonistas en el primer capítulo, pasando por la historia de la vieja Palmier que ahogaba a sus hijos no deseados en el estanque del pueblo, el “tour de Francia” pedaleado por familiares y amigos embebidos en alcoholes a lo largo y ancho de un tablero, la historia del concierto surrealista de Roy Orbison en casa de unos vecinos desconocidos, la desternillante aventura de la tarjeta urinaria de la madre y hasta la imposible grabación de un CD, con canciones de borrachos de la zona rural, en el hospital en el que agoniza uno de los protagonistas. Y, en medio de todo este maremagnum, una gran critica social y de costumbres con el punto de vista objetivo de un pequeño al que todo lo ocurrido le sobrepasa en gran manera. Un último capítulo, en el que la historia cobra circularidad, y en el que retoma la dulzura de los años de infancia e inocencia de los primeros párrafos, cierra uno de los mejores libros de este año que acaba de comenzar.
Dimitri Verhulst (1972) debutó en 2000 con De kamer hiernaast (La habitación de al lado), una colección de historias breves. Desde entonces ha escrito dos novelas, la más reciente de las cuales De verveling van de keeper (El aburrimiento del portero), se sitúa en el mundo del fútbol. También tiene una colección de poesía, Liefde, tenzij anders vermeld (Amor, a menos que se diga lo contrario, 2001) que fue nominada al premio Buddingh’. Ha tenido muy buena acogida en el extranjero De helaasheid der dingen (La desgracia de las cosas), que está siendo adaptada al cine. Actualmente escribe para el diario flamenco De Morgen.
“Para Windop. Y en memoria de mi abuela, que quiso ahorrarse la vergüenza y murió mientras yo acababa las últimas páginas del manuscrito. Cualquier semejanza entre algunos personajes del libro y personajes de la vida real se debe al mero conocimiento de la naturaleza humana” (Dedicatoria del autor)
Corra a su librería más cercana y hágase con un ejemplar de esta obra. Pocos cosas le van a proporcionar mayor diversión y placer en estos tiempos de penurias que la lectura de “La miseria de las cosas”.