La línea del Ecuador
Pedro Atienza
Prólogo de Joaquín Hinojosa
Ediciones Mingaseda
114 Páginas – 15 €
A pocos días de la presentación del nuevo poemario de Pedro Atienza, poeta alcalaíno y universal, en las jornadas de poesía gay y lésbica que convoca un conocido restaurante en Alcalá de Henares, os hago una pequeña reseña de La línea del Ecuador, un libro anterior de él y que puede gustar a los amantes de la poesía. Se trata de La línea del Ecuador, un libro que publicó en el año 2008 de la mano de la desaparecida editorial Mingaseda. Poemas de amor y existencias truncadas en esta bella obra de Pedro Atienza y que pasa por ser uno de sus libros más valorados y reconocidos.
Yo soy cauce y tú corriente.
Yo te quiero y tú me quieres,
pero son nuestros quereres
pecados para la gente.
Si el hecho de vivir -incluso dentro de la más estricta observancia de las normas de higiene psicodietéticas-, es ineludiblemente perjudicial para la salud, vivir como lo hace Pedro Atienza, ejercer la vida a la manera atenziana, es mortal de necesidad. Según la lógica médica y según cualquier lógica, el hecho que Pedro Atienza a sus cincuenta y tantos letales años, aún forme parte de los habitantes del planeta, de los ciudadanos del estado español y, dato importante en su vida y su obra, de los vecinos de Alcalá de Henares,m es un absurdo inexplicable. (…)
Los poetas, en su escritura, se sitúan ante la ventana, para describir el mundo, o se sitúan ante el espejo, para describirse -y quizá reconocerse- a sí mismos. Y en ambas situaciones, las miradas pueden ser, en un mismo poeta, múltiples y diversas. Así ocurre con Atienza, incesante orfebre de la seducción verbal, y en su poesía, en la que yo conozco, desde ambas posiciones se manifiesta con diversas voces según el punto de vista desde el que lanza sus versos, el «yo» que los construye y el objetivo al que apuntan. Son tres voces, tres Pedros distintos y un solo Atienza verdadero.
(Pedro Hinojosa)
Otra definición de amor
Mirarse en ella y darse por cautivo,
Perder la voluntad y la mesura,
Ser enfermo de un mal que no se cura,
Y animal vigoroso y redivivo.
Triste estar por alegre sin motivo,
Confundir la paciencia con premura,
Mirar al sol segado de locura,
Y ver la luna en su rostro esquivo.
Limpio y claro su nombre está en mi pecho,
Pues el amor a sí mismo se nombra,
Mientras va propagando su grandeza.
Mi alma ha conquistado por derecho,
Y yo tan solo asombro de una sombra,
Donde se confabula la belleza.