Hace unos días el novelista David Vicente comentaba en el medio digital Zenda, sobre la lectura de literatura basura y si aportaba beneficios reseñables en el lector.
Hay puntos en los que estoy en desacuerdo con él. Como librero que trato con infinidad de clientes he podido observar los beneficios de la lectura. Sea cual sea.
Literatura hay mucha. Buena, mala y regular. La mayoría de las veces tildamos ciertos textos con una catalogación basada en gustos personales. Utilizamos un juicio calibrador según ciertos elementos, elementos enriquecedores del texto leído. Desechamos libros que, a priori, nos parecen banales y absolutamente prescindibles. En muchas ocasiones, y debido a mi oficio de librero, he podido observar clientes que dan de lado ciertas obras porque el escritor es un periodista o presentador de televisión, sin pararse a analizar brevemente ese libro. Sin tan siquiera pensar que muchos de los escritores actuales y clásicos de los últimos años salieron de una actividad periodística parecida.
Desde luego que hay obras de leer y tirar. Incluso de tirar sin leer. En mi librería es lo que yo llamo libros de piscina. O de lectura de avión. Una vez acabada la novela la dejas en el césped o en la butaca del vuelo. No duele dejar ese libro que simplemente tiene esa función: entretener el tiempo justo. Muchas de las veces en las que un cliente me pide recomendación para una lectura le pregunto en qué momento va a leer ese libro. Qué espera de él. Aparte de sus gustos particulares, claro está. Porque no es lo mismo leer una obra en el mar o junto a esa piscina anterior, que en casa, cómodamente sentado en una butaca, degustando cada frase junto a un café.
Pero miremos el acto de leer desde otra cara del prisma, menos intelectual, desde un punto de vista científico. Concretamente desde una perspectiva médica.
El hecho de leer, reporta un gran beneficio a la mente, postergando ciertas enfermedades mentales como, por ejemplo, el Alzheimer. Hay infinidad de estudios que así lo confirman. Es algo que he constatado personalmente en mi librería. Tengo varias clientes —suelen ser mujeres, cosa que no es casualidad— que con más de 90 años leen asiduamente y están en perfectas condiciones mentales.
El ejercicio de leer de manera habitual, al contrario que el hecho de ir al cine, oír música o ver exposiciones, procura que el cerebro se mantenga en buena forma. Leer es una de las actividades cerebrales más completas y complejas: requiere identificación de los caracteres, comprensión de las palabras y los textos, creación de imágenes mentales de lo que está escrito en el libro y nos obliga a ejercer una actividad de memorización de pasajes, a veces incluso volviendo a releer algún capítulo ya leído. Es una ocupación muy activa y sumamente creativa, elementos ambos que mantienen en buena forma a nuestro cerebro. Sería comparable a la composición musical, la pintura o la creación cinematográfica. Y desde luego bastante cercana a la escritura, actividad que gana a todas ellas, según algunos estudios científicos recientes. Es por lo que, el simple hecho de leer un prospecto de un medicamento o incluso la novela rosa más pueril de un presentador de un programa de tele basura, provoca a nuestra salud mental más beneficios que el estar delante de un televisor y ejercer el único deporte del zapping. Cierto es que, con los años y el tiempo, cada vez somos más exigentes, cada vez buscamos textos de mayor bagaje literario. Por no por ello hemos de ser tan críticos con la literatura banal. Muchas personas seguidoras de Sálvame se han acercado a la lectura a partir del libro del presentador del programa, Jorge Javier Vázquez. Y os digo, como librero que ya lleva años en el oficio, que el primer paso para la degustación de buenas obras es el perder el miedo a los libros. Sentir interés por un libro. Y por la lectura. Ello se consigue con textos amenos y a veces hasta banales y zafios, generalmente de escritores mediocres, mediáticos o televisivos. De ahí a leer un Premio Goncourt o un Pulitzer solo hay un paso. O dos. Pero como comienzo, no está nada mal.