El rincón de Javier

Libros y algo de Jazz

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La gente ve lo que quiere.
Y habla por hablar.
El desfile del Orgullo Gay es la guinda del pastel de un año de esfuerzos y lucha.
Cuando nos toca hacer dieta, estamos toda la semana a régimen de verduritas a la plancha, ensaladas y alimentos sanos. Medimos al milímetro todo lo que comemos, para poder mantener a raya al colesterol y otras menudencias. Al llegar el domingo lo correcto es romper la dieta, que el cuerpo no se acostumbre a no consumir. Es la norma básica de las dietas, y que funciona a la perfección. Lo malo es la gente que sólo te ve ese día, el día que has roto la dieta, y justo cuando te estás tomando la guinda del pastel para celebrar la fuerza de voluntad de toda la semana.
Con las fiestas del Orgullo pasa lo mismo. El público solo ve en la manifestación del Orgullo su purpurina y su exceso. El trabajo de todo el año, siendo como eres, sin ocultar tu forma de ser y, muchas veces, aguantando el tipo, la sorna y las vejaciones indebidas, pasa desapercibido a todo quisqui. Conozco a tres directores de banco que se disfrazan de mujeres de época, con sus pelucones, vestidos con mil bordados, pestañas postizas y carmín en donde quepa. Sus clientes, esos que les critican por el exceso de “boutade” en el desfile, no tienen en cuenta los otros 364 días de trabajo y normalidad, de ser grises, al gusto de la mayoría. Solo se fijan en lo que desafía esa normalidad institucional, lo que llama la atención. Lo que les da miedo, hacer lo que te salga de las narices sin sopesar la aprobación de los demás.
El trabajo de un gay normalito es a tiempo total, todo el año. Y cuando digo gay normalito no me refiero únicamente a los presentadores de Tele 5, a los cantantes ambiguos con un número par de hijos o a los modistos de alta sociedad, no. Me refiero a los ferreteros, camioneros, militares, ingenieros, políticos, camareros, agricultores, celadores, médicos, granjeros, barrenderos, deportistas, libreros… Incluso curas, ya puestos. Uno es gay en su día a día. Igual que uno es alto o bajo, vegetariano o miope, rubio o con pies planos, retraído o curioso… Muchas cosas no las elegimos, vienen de serie, como en los coches. Y el ser gay es una de ellas.
A lo que iba, ¡claro que iré al desfile del Orgullo de esta tarde! Llevo todo el año a dieta, ¡como para no comerme el pastel con su guinda! Y aunque a muchos les joda, que se fastidien. Ahora nos toca a nosotros divertirnos. Y seguir reivindicando nuestros derechos de igualdad, ninguno más, y barrer las injusticias contra la discriminación que, como si de una casa se tratara, siempre hay algo que limpiar.


About Javier

Librero sin remisión. No sé hacer otra cosa que hablar de libros y escritores.

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