Breve historia de las ciudades del mundo clásico
Ángel Luis Vera Aranda
Nowtilus editorial
302 Páginas
15,95 €
Un apasionante relato sobre las monumentales ciudades del mundo clásico que nos explica
su nacimiento, su esplendor y su decadencia víctimas de la naturaleza o la guerra.
Este es un libro que resume de un modo absolutamente didáctico y atrayente la historia de las más importantes ciudades de la Antigüedad. Aunque se concentra en la ciudad desde el punto de vista urbanístico y nos aporta una serie de datos políticos, geográficos, socioeconómicos y artísticos, sin olvidar leyendas y otras curiosidades que hacen muy amena su lectura, que de otro modo podría resultar algo ardua para el no iniciado.
(Anika entre libros)
Esta vez nos encontramos con un ámbito temporal y geográfico más reducido, sin disminuir por ello la calidad de la obra. El autor nos acerca a ambas culturas de forma sencilla y eficaz a través de sus ciudades, explicándonos su evolución y haciendo hincapié en los sucesos más relevantes que ocurrieron en las mismas.?
(Blog cientos de miles de historias
La importancia de las ciudades en el mundo contemporáneo está fuera de toda duda, pero el estudio de las metrópolis clásicas puede ayudarnos a entender que en la antigüedad también fue así. Este libro, Breve Historia de las Ciudades del Mundo Clásico, nos traslada al centro de Alejandría una ciudad cosmopolita en la que convivieron las cuatro culturas mayoritarias del momento, o Roma que comenzó a utilizar y a importar el ángulo recto como elemento fundamental en la construcción de las ciudades. Pero además nos descubrirá ciudades olvidadas pero, en su época, importantísimas como Antioquía o Seleucia.
Consigue Ángel Luis Vera situarnos en el centro del ágora ateniense o, cruzando el foro romano como un ciudadano más. La obra dedica un capítulo a cada una de las ciudades que, en la antigüedad, fueron el centro político o cultural del mundo. Comienza el repaso con Atenas de la que recrea su esplendor bajo el gobierno de Pericles; tras esto nos presenta una de las ciudades más cosmopolita del la historia, centro cultural y político del imperio de Alejandro Magno: Alejandría; pasamos luego a Antioquía ciudad clave para la difusión del cristianismo pero de historia dramática, devastada por los enemigos y por la furia de la naturaleza; dedica a Roma el autor, dos capítulos debido a su relevancia como capital del Imperio y a las aportaciones al urbanismo de los romanos, una ciudad que llegó a albergar más de un millón de personas y que empezó a construir los barrios nuevos con líneas rectas. El último capítulo nos descubrirá la importancia de ciudades como Petra, Seleuicia o Éfeso centro religioso para la cultura grecorromana.
Grecia y Roma son dos de las civilizaciones que más aportaciones han hecho a la Historia. Con ellas, el mundo antiguo, heredero de los egipcios y de los mesopotámicos, llegó a su esplendor. Durante más de un milenio, los griegos primero y los romanos después llevaron la cultura a un grado de desarrollo que el mundo no había contemplado hasta entonces, y que volvería a tardar otros mil años en contemplar.
Los griegos desarrollaron el pensamiento y el conocimiento. Suyas son las grandes aportaciones teóricas que sentaron las bases de la ciencia moderna. Los romanos llevaron a la práctica los grandes avances de los griegos. Fueron ellos quienes los difundieron y los llevaron a su culmen en todo el ámbito del mar Mediterráneo. Ambas culturas destacaron en muchos aspectos, pero nosotros nos centraremos en su urbanismo.
En un principio, las aportaciones griegas al urbanismo no fueron particularmente destacadas. Hasta el siglo VIII a. C. las polis o ‘ciudades griegas’ , eran pequeños asentamientos de escasa población y con poca extensión. Pero a partir de ese momento, el crecimiento demográfico significará también el aumento de la extensión del espacio edificado. Cuando este crece, la mente organizada e inquieta de los griegos les lleva a plantearse la necesidad de racionalizar ese desarrollo urbano. Hasta entonces, las polis habían crecido de una manera anárquica, sin apenas preocuparse de su planificación o de la organización del espacio, pero los responsables de las ciudades y los propios ciudadanos eran conscientes de la necesidad de diseñar la ciudad del futuro.