Alberto Moravia (Península Editorial)
Traducción de Jesús López Pacheco
142 Páginas – 15 €
La India es el país de la religión. (…) no es el país de una religión históricamente bien definida, con un fundador, un desarrollo, un pasado, un presente y un futuro. La India es el país de la religión como situación existencial. De la religión sin más. Por absurdo que parezca, aunque en la India no hubiera religiones, sería de todas formas el país de la religión. (Pag. 11)
Hace unas semanas trataba de explicar las anotaciones de otro libro de la India: El olor de la India, crónica de una fascinación, de Pier Paolo Pasolini. A la vez que leía ese libro me enteré que el viaje que el cineasta hizo a la India no fue en soledad, sino acompañado de su amigo Alberto Moravia. Y este último lanzó a su vez otra obra en la que recopilaba sus experiencias en ese bello país.
Una idea de la India es un libro testimonial pero en diferente plano que las vivencias de Pasolini. Lo que para Pasolini eran salidas a horas intempestivas, encuentros casuales con gente tirada en la calles y niños y adultos siguiendo sus pasos a toda horas, para el escritor y periodista era una experiencia filosófica y de rango histórico social. Moravia se distancia del contacto cotidiano de sus gentes la mayoría de las veces y nos hace de prisma conversos de la historia y arte a través de tiempos y parajes. Nos detalla sus encuentros con Nehru y la importancia de este personaje en la posterior historia del país, nos describe piedra por piedra los templos de Kahuraju y la importancia de las esculturas eróticas en la filosofía de lo cotidiano o nos sumerje en excursiones por el sur, en aguas pantanosas para anotarnos sus visiones en esos templos que poco a poco el agua se hace con ellos y los devuelve a su seno.
Alberto Moravía parece que, en comparación con su amigo Pasolini, no pisa el suelo. Pocas veces se siente acosado y en peligro. Sus puntos de vista nos dejan unas muy claras ideas de lo que es el ente indio respecto a sus vecinos y a la importancia de esta nación dentro de la Historia del Mundo. La obra de Alberto Moravia comienza prácticamente con las hoguera de Benarés – en contraposición con la de Pasolini, en la que era punto final-, y nos acerca a lo largo de doce muy amenos capítulos por las disquisiciones acerca del trauma del politeísmo, la explicación de la siempre infinita pobreza, las implicaciones y consecuencias de los sucesivos colonialismos, la historia explicada de manera sucinta de la India y, sobre todo, el sentido de la muerte para los indios.
La muerte, en Europa, es algo retórico y lúgubre, de una solemnidad aburrida que disimula mal el antiguo terror; en América, por el contrario, es una especie de marcarada que termina en una excursión en coche. Pero la muerte, en la India, es ligera, sencilla, filosófica, serena y privada de importancia, como acaso lo era en la Grecia antigua. (Pag. 40)
Desde mi punto de vista, las dos obras de estos artistas son complementarias e indisolubles. No se debe de leer una sin contrarrestar con la visión de la otra. Son las dos caras de la moneda, la carne y el espíritu, los sentimientos y el intelecto, la pasión y la razón, en el fondo, el olor -los sentidos- y las ideas -los pensamientos-.
Alberto Moravia, pseudónimo de Alberto Pincherle (Roma 1907-1990) empezó su actividad en 1927 colaborando en la revista 900. Todavía muy joven y convaleciente de una tuberculosis, comenzó a escribir acerca de las dificultades morales de las personas socialmente alienadas. Trabajó durante muchos años en Il Corriere della Sera y representó a Italia ante el Parlamento Europeo desde 1984 hasta su muerte. Desde su primera novela, Los indiferentes, se perfila una trayectoria narrativa caracterizada por la descripción y la crítica frontal de los vicios de la sociedad del siglo XX, más allá del naturalismo o del realismo decimonónico. Un distanciamiento pesimista y amoral vuelve a aparecer en Las ambiciones defraudadas, El desprecio y La mascarada, gracias a un estilo narrativo deliberadamente monótono, gris, preciso. Además de estos títulos también escribió La romana, Agostino, El conformista, La campesina y El tedio; y varios libros de viajes y recopilaciones de artículos periodísticos.
Dos obras indispensables para cualquier viajero responsable que quiera tomar conciencia de la cultura india y sus habitantes antes de una incursión física en este país.