Tres relatos seguidos de un mismo participante con el pseudónimo de “Roñas”.
Miedos
Desde que alguien le envió una carta con un folio en blanco el escritor no ha vuelto a escribir ni un solo libro.
De librerías
No me gustaba ir a firmar libros a las librerías porque en cuanto los lectores me conocían dejaban de leerme. A veces, venían algunas madres y me atribuían hijos ilegítimos. Algunas señoras mayores, después de estampar mi autógrafo en sus novelas, me preguntaban si también era médico. Otras veces, se presentaban acreedores para que les extendiera cheques. Un día me convencieron para acudir a la librería de Javier. Y para mi sorpresa descubrí, que en la tercera fila, estaba mi esposa esperando para que le firmase el divorcio.
Colgado
Cada día buscaba su chute de palabras en las librerías. Esnifaba cientos de párrafos con los que lograba evadirse y viajar a otros lugares. Un día, el estado prohibió los libros y él buscó su ración de caracteres en el mercado negro. Compraba dosis adulteradas, escritos con faltas de ortografía y deficiencias gramaticales. Ingería cuanto llegaba a sus manos. En unos meses se convirtió en un yonqui de las letras. Sus familiares le internaron en un centro de desintoxicación. La terapia consistía en jugar a la videoconsola y ver la caja tonta.
“Roñas“