Abrí los ojos y ahí estaba. Me faltó la respiración por un momento. Las ilustraciones de mi libro no le hacían justicia. Había merecido la pena el sacrificio. Sentí una oleada de paz y tranquilidad como nunca en mi vida había sentido. En ese momento decidí que quería vivir para siempre allí, rodeada de esa naturaleza, teniendo ese cuadro viviente al otro lado de la ventana y ver cómo iba cambiando a medida que pasaba el tiempo. Esta sería mi casa.
Ágatha