Punto final del concurso de microrrelatos.
Se acaba el mes de agosto, se acaban las vacaciones y con ello el concurso de microrrelatos de la librería. En este último post os pongo los últimos relatos recibidos. Espero que no se me haya colado ninguno a la hora de ponerlos en la Web aunque, eso sí que os lo aseguro, todos han pasado al jurado para la concesión de premios.
En unos días os publicaré el total de estos microrrelatos para que, asimismo, podáis votar por el que más os guste y ayudar al veredicto final.
Entre los votantes, y por el esfuerzo que conlleva la lectura de todos ellos, también habrá un premio de consolación por todo ello.
Gracias por vuestras colaboraciones.
Jueves
Para mí no es una puta, sino una acompañante. Porque me acompaña los jueves, los que puedo pagar. Y eso me da un motivo para trabajar, porque necesito dinero. Y eso me da un motivo para esperar, porque necesito vivir. Pero un jueves no aparece, y me dicen que se ha ido, pero me ha dejado un libro. Voy allí y lo abro. Leo su dedicatoria: Me tengo que ir, pero siempre te echaré de menos. Entonces me siento. Empiezo la primera página. Sé que no lo ha escrito ella. Sé que no era amor. Pero a mí me valía.
Santiago Pajares
Blanco
En aquel momento, sintió como su corazón se batía a duelo entre el querer y el poder. Su mente volaba a miles de kilómetros de allí, pero algo en su interior le impedía dejarse vencer. A pesar que flotaba, de repente, pudo sentir como alguien acariciaba su piel, su vello se erizaba y su mente volvía del letargo.
Estaba nerviosa, no sabía dónde estaba, ni quién la acompañaba. Conmovida entendió que podía sentir, escuchar, que vivía.
Esa voz, esas palabras le resultaban tan familiares… Tardó unos segundos, pero pudo comprobar, sin duda alguna, que era él leyéndole su libro.
De Beatrice.
Instante
Luz roja. Él. Paso de peatones. Ella. Un gesto con la mano. Una sonrisa nerviosa. Recuerdos de momentos mejores. Miradas cómplices. Ilusiones compartidas. Sonrisas imborrables. Conversaciones interminables. Libros. Canciones. Películas. Noches en vela. Viajes sin rumbo fijo. Llamadas y mensajes. Mentiras piadosas. Malentendidos. Distancia pero no olvido. Luz verde.
Gloria Jiménez
Evocación
La peina, la palangana con agua, la silla baja de enea, la mujer sentada vestida de negro, la calleja empedrada. Tarde de verano luminosa y fresca.
La peina entra en el agua y en el pelo largo, sedoso, blanco, que en gesto repetido, los dedos trenzan hábilmente.
Cuarenta años después, una fotografía perdida en un libro lleva a la nieta a evocar: la peina, la palangana con agua, la silla baja de enea y a la mujer vestida de negro sentada en la calle empedrada. Pero ya no puede saber si era luminosa la tarde o es luminoso el recuerdo.
Domínguez
Con un libro bajo el brazo
Tímida hasta la agorafobia, despachaba los días entre las páginas sepia de sus libros y los chats en busca de pareja. Pasados tres meses de conversaciones, accedió a verse con uno de sus pretendientes. “Llevaremos un libro para identificarnos”, le dijo él. Las ganas y la ilusión le ayudaron a atravesar la frontera en la que había convertido la puerta de casa. Caminó repitiendo como un mantra la dirección convenida y, cuando llegó a ella, comprobó desconcertada que todos los que la rodeaban tenían un libro bajo el brazo. Se lamentó al descubrir sobre su cabeza un enorme cartel: “Biblioteca”.
Teresa di Lamargo
Y no me ves
“Cada vez que te miro veo el libro de mi vida, abierto por la página del corazón, ya tan frágil, que se rompe en pedazos por tu hiriente conducta. Y eso ocurre, día tras día, cada vez que te miro. Y no me ves. Ya nunca me ves…”, pensaba ella, sin consuelo, al evocar ese gran amor sin retorno. Y así cerraba el último capítulo mientras su aliento se iba perdiendo en un mar de sangre.
Carmen B.
Un mundo mejor?
Apenas se veía, la tensión hizo causa común con la noche envolviéndonos. En el bosque, cerca del Gurugú, alrededor de las fogatas nos juntábamos para concretar el asalto. Nadie sonreía. Sólo distinguíamos los ojos ensimismados de cada uno pensando si dejaríamos la vida en el intento. Llevábamos un mes de espera, fabricando las frágiles escaleras con ramas de árboles y trozos de goma que recogíamos en el vertedero.
Tenía miedo, creí haber escogido la mejor opción, pues la travesía del estrecho me aterraba más. Protegí el libro que me descubrió un mundo mejor y me dispuse a saltar la valla.
Mari Jose
Por primera vez
Lector compulsivo desde niño, se encerraba durante horas en su biblioteca para sumergirse en las historias que se agolpaban en los estantes. Cuando la enfermedad empezó a robarle recuerdos, le costó cada vez más avanzar en las lecturas hasta que, una mañana, cuando llegó a la página preferida de su libro favorito, el pasado dejó de vivir en su cabeza. Desde entonces, lee cada día la misma página con el entusiasmo de descubrirla por primera vez.
Teresa di Lamargo
Me olvidé incluso de colocar el marcapáginas
Era un capítulo de acción vibrante y yo pasaba las páginas del libro con frenesí, acercándome a la resolución del enigma, atrapado una vez más en la búsqueda del desenlace. Entonces salió de la ducha, pasó a mi lado de camino a la habitación y en el último momento giró levemente la cara para mirarme de reojo.
Me olvidé incluso de colocar el marcapáginas.
Daniel Carrillo