Hace unas semanas se me ocurrió sacar una partida de objetos de papelería de los años 60. Estos restos proceden de un viejo almacén que mi padre tenía en los arrabales de la ciudad. Lo cierto es que, cuando yo tomé las riendas de la librería para transformarla en lo que es, ese viejo almacén, que yo recordaba vagamente de mis años de juventud, quedó en el olvido. Era un local pequeño, menor que la librería que regento y que estaba lleno hasta el techo de estanterías llenas de cuadernos y utillería escolar de los años 60 y 70. Pensaba que mi padre, al dejar el negocio que regentaba en la plaza, lo habría liquidado todo y estaría el local totalmente vacío. Sucio de los casi 30 que llevaba cerrado, pero vacío. Hace unos meses encontré las llaves de dicho local por casualidad y me acerqué a ver el estado en el que se encontraba. Y cuál fue mi sorpresa la verlo lleno hasta los topes de cuadernos de escritura, dibujo, caligrafía y muchas más cosas. Este material lo voy poniendo a disposición de mis clientes en una mesa en la puerta de la librería. ¡Y el éxito ha sido muy grande! Muchas personas de edad se acercan para conseguir esos cuadernos en los que escribieron siendo niños y otros, más jóvenes, los miran con diferente ilusión. La moda del vintage les ha dado motivos para poder objetos que no son réplicas de los de aquellos años sino verdaderas piezas de colección. Poco a poco, día a día, y siempre en aquellos en los que luzca el sol, estará esta mesita en la calle para proporcionaros un momento de ilusión y recordar los tiempos en los que se escribía, con una cuidada caligrafía sobre ese eterno papel que ha sobrevivido a tanta digitalización de moda.
