A finales de año siempre hago un concurso para que todos participéis con vuestras opiniones. Y esta vez no va a ser menos. Mi buen amigo Félix Maocho, seguidor de este blog, me ha dado una buena idea. El título del concurso va a ser: “Libros para el olvido”. Esta vez se va a tratar de que nos contéis qué libro habéis abandonado ya que se os hacía imposible su lectura. Para ello pongo unas condiciones: los autores han de ser del siglo pasado o de este en el que estamos,y los comentarios han de ser razonados sin ser insultantes. Fácil, ¿verdad? A continuación de esta entrada podéis ir dejando vuestros comentarios. Aquel que resulte ganador mediante un sorteo entre todos los que me pongáis alguna propuesta se llevará una prueba de imprenta de algún libro de escritor español reciente así como unas cuantas obras que de narrativa asimismo recientemente publicadas. El plazo para poder publicar vuestros comentarios finaliza el 6 de enero. Y dos días después tendréis en esta misma página el nombre del ganador. Animaros y participad. Es gratis y no lleva IVA.
Sin dudarlo un momento, las famosas “Cincuenta sombras de Grey” ¡Dios mío que malo! está fatal escrito, eso no es literaruta, pero es que además es aburrido y repetitivo, parecen las mismas escenas contadas una y otra vez. Quise leerlo porque me llamaba la antención el tema. pero es que ni siquiera resulta excitante ¿para eso necesita tres tomos? yo no pude pasar del primero.
A mi en el fondo me parece una novela rosa y creo que si ha tenido éxito es porque apela a esa parte de la mujer que siempre cree que su amor será capaz de cambiar y salvar al hombre.
Completamente de acuerdo: 50 sombras de Grey. Efectivamente es repetitivo, está mal escrito, la protagonista siempre está ruborizándose por las cosas más absurdas. El protagonista demasiado guapo, demasiado rico, demasiado raro, demasiado prepotente, mandón, en fin, una castaña. No me resultó erótico ni excitante. Por supuesto no pienso leer la continuación. Un verdadero libro para el olvido. Menos mal que nos desvíamos pocas veces de las recomendaciones del librero de cabecera. Eso nos servirá de escarmiento, jejeje
Hay veces que te recomiendan libros y este fue uno de ellos. Lo intenté pero no lo conseguí. “La tristeza del samurai” de Victor del Arbol. No pude. Demasiada violencia explícita para mí. Un libro que no me deja dormir por la noche y que no sea porque me tiene enganchada, no me gusta. Se lo tuve que devolver a la persona que me lo dejo.
Mi opcion es MISION OLVIDO, y lo siento por Maria Dueñas, pero me da la sensación de que está escrito por obligación. No me ha atrapado en ningún momento aunque le he dado más oportunidad que a otros. No hay fuerza en el argumento ni en los personajes.
Mi opción es de hace ya un par de años, “Riña de gatos, Madrid 1936” de Eduardo Mendoza. Me fascina el mundo de este escritor cuando se pone serio. De hecho “La ciudad de los prodigios” es uno de mis libros de cabecera. Pues en esta ocasión, la trama me resultó aburrida y los personajes más bien planos.
Mi pareja es extremadamente aficionado a los escritores del sur de Estados Unidos, y con toda su ilusión me regaló hace unos años Del tiempo y del río, de Thomas Wolfe, uno de sus libros de cabecera (No confundir con el autor de la hoguera de las vanidades). Lentísimo, con eternas descripciones del mundo interior del protagonista y frases sin apenas puntuación que llenaban párrafos sin fin, sin que avanzara ni un ápice la trama. Tras dos agónicas semanas de intentos, lo dejé por la página 50 de casi 700. Solemos coincidir bastante en géneros y autores, pero fue el último intento de regalarme libros “a su gusto” :D. Más recientemente, Calle de los maleficios de Jacques Yonnet se me hizo enormemente pesado, historias inconexas en los bajos fondos de París que parecen escritas con desgana y completamente a salto de mata.
El libro es El abuelo que saltó por la ventana y se largó, de Jonas Jonasson. Empecé a leerlo. Al principio me enganchó y despertó mi curiosidad, me resultaba divertido y el hilo conductor de la novela, interesante; pero, pronto empezaron a aburrirme las sucesivas historias llenas de surrealismo. Tuve que dejarlo.
A mi me venció un libro de Cela, “Mazurca para dos hombres muertos”.
El Cela joven de “La familia de Pascual Duarte”,
La colmena, o Viaje a la Alcarria, le hacen (a mi juicio), un escritor que sera mencion obligada en la historia de la literatura española de la segunda mitad del siglo XX.
Pero en cambio el Cela viejo, el de Mazurca para dos muertos, Cristo versus Arizona o La cruz de San Andrés enseñan a un escritor que domina el oficio de escritor pero que se ha quedado sin “chispa”.
Normalmente, aunque el libro no me enganche, llego hasta la mitad. Si en ese punto la cosa no mejora, lo cierro.
Pero no fui capaz de leer más que la primera página de “El Señor de los Anillos”.
Con las películas ni lo he intentado
¿Qué ve el resto de mortales que a mí se me escapa?
Hola a todos,
Estando en la Universidad tenía un profesor que, en un cuatrimestre, nos hizo leer sin descanso a Ortega y Gasset (tengo ocho libros perdidos por las librerías de casa, ¿o eran nueve?).
De entre todos, hay uno del que guardo infausto recuerdo… “El Hombre y la Gente”. Cada vez que continuaba con la lectura y subrayado (como Dios manda), del libro en cuestión… me dormía.
Me dormía en la Biblioteca, me dormía en el Tren, en el Metro…
Ahora bien, lo que no recuerdo es… ¿me dormía por el contenido del libro, o porque en aquella época trasnochaba demasiado?. No pienso comprobarlo.
Mi elegido es “El Hombre y La Gente”, de Ortega y Gasset.
Saludos.
Otro libro que me venció es “El péndulo de Foucault” de Umberto Eco.
De este autor semiólogo, (algo que nuca supe exactamente que quiere decir), leí en mi juventud “Apocalípticos e integrados” un libro bastante rollo, pero que era lectura obligada para los que entonces nos las dábamos de “intelectuales”.
Luego le perdí la pista a Eco, hasta su éxito inesperado “El nombre de la rosa” que simplemente me fascinó, incluso por encima de la película que se basaría en el libro, pero era otra cosa diferente, aunque eso si, también muy interesante.
Pero con “El péndulo de Foucault” me estrelle. no pude con él.
Sin duda, Misión Olvido. Lo único bueno de ese libro es su premonitorio título: “Misión: olvidarlo”
El primer libro que dejé a medias fue Platero y Yo.
Tenía unos nueve años y había leído en el colegio la descripción de Platero, el delicioso inicio del libro: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.”
Al poco tiempo, alguien me regaló el libro. Ya no recuerdo si fue casualidad o quizás yo comenté que me gustaba.
Leí cuatro, quizás cinco capítulos. Y de repente se me pasó por la cabeza que aquello podía no acabar bien.
E hice lo que no he vuelto a hacer nunca: avancé hasta las últimas páginas, salté de palabra en palabra sin ni siquiera leer párrafos completos, hasta ver que sí, que no había final feliz.
No quise pasar por eso, encariñarme con el animal, vivir sus aventuras para que al final se fuera tan tristemente.
Aún tengo el libro, pero no lo he vuelto a abrir desde entonces.
Una amiga me recomendó un libro de Manuel Rivas, “los libros arden mal”. Comencé a leerlo con gran ilusión, pero fue desapareciendo según pasaba las paginas. Lo dejé, pero pasado cierto tiempo me arrepentí y volví a retomar la lectura desde el principio, pero no hubo manera, ¡no me enteraba de nada! Así que decidí olvidarme de él, hasta hoy.
Mi libro para el olvido es Riña de gatos. Me pareció aburrido y en ocasiones sin sentido.
Mi asignatura pendiente (porque le he dado varias oportunidades y no ha habido manera)es el Jinete polaco de Antonio Muñoz Molina, y me duele porque es andaluz como yo y hacía mucho tiempo que me apetecía leer algo suyo,pero, aunque me lo recomendaron varios amigos como una de las mejores novelas que se habían leído nunca,tuve que dejarlo porque el principio se hace árido, denso, asfixiante,de modo que como no tome aire un día de estos y pase por ese inicio de pesadilla de puntillas o mejor a la carrera, creo que se quedará eternamente inacabado por mi parte…
Voy a citar DOS libros con un título atractivo cuyo contenido me decepcionó enormente. “Si tu me dices ven , lo dejo todo…pero dime ven”, Albert Espinosa (Grijalbo). Por definición nunca dejo un libro, voy hasta el final por si acaso. En esta lectura lo mejor de todo fue el título…precioso, su interior vacío y superficial. Otro libro cuyo título me atrajo fue “La mujer que leía demasiado”, Bahiyyih Nakhjavani (Alianza Literaria) porque ésa soy yo…menuda lentitud, qué pesadez de texto pude comprobar como una historia fantástica se destroza en manos de un escritor sin muchas luces.
Lo siento por Pierre Michon, magnífico escritor según muchos, uno de los grandes, pero un servidor se ha atragantado con su “Vidas minúsculas”. Su prosa espesa y enrevesada ha podido conmigo, sin duda a causa de mi ignorancia y falta de gusto y capacidad para poder apreciarla como se merece. Otra vez será.
Pues yo no he podido con ninguno de los dos que me compré de Foster Wallace. Pienso que para el intelectual americano puede que sea una lectura amena pero para el lector normalizo español son unas obras pedantes y con más paja que grano.
A mí casi hasta me da vergüenza decir que no he podido con un libro de Paul Auster: “El libro de las ilusiones”. Todo el mundo dice maravillas de este escritor y yo sólo he intentado leer un libro suyo que no he podido terminar. Después de contarnos las doce películas de Hector Mann no pude más, se me hizo aburrido, tuve que cerrar el libro y dejarlo. Llegué bastante lejos, hasta la página 122 (todavía tengo puesto un marcapáginas). Lo siento de verdad, de momento no creo que lea nada suyo. Dentro de un tiempo ya veré.
Hola!
yo creo que ya había mandado mi comentario,pero no lo veo.No me gustó El peregrino de Compostela,de Coelho.Me lo regaló por mi cumpleaños una persona que me empezaba a conocer.Me imagino que seguramente sería novedad aquel año.Pero fui incapaz.Y no he leído nada más de este autor.Sé que hay mucha gente que le gusta,pero creo que no va conmigo.Y me encantaría intentarlo con otro título,pero no sé yo.
Hay bastantes. Debo ser sincera. Leo mucho, unos cien libros al año ( sí, tengo mucho tiempo, estoy jubilada). Y naturalmente hay de todo.
Me acabo de quedar en la página 116 de “No me cuentes tu vida”, de Luís García Montero. Ya me han contado demasiadas veces la historia de un desencanto. Es aburrida, pedante y el argumento es muy flojito.
Y nunca pude terminar Los “Cuentos” de Carson Mc Cullers. Su realidad de bares olvidados, polvorientos callejones en ciudades de mala muerte, chicas de la barra que son desgraciadísimas, me hace bostezar.
Hubo un tiempo en el que cuando compraba libros, me los regalaban o me los prestaban, no dudaba en acabarlos aunque no me interesaran. Entonces lo hacía por amortizar el gasto, por no defraudar y por cumplir. Con los años comprendí que el tiempo es más valioso que el dinero y que leo solo plor placer. Así es que la lista de los inacabados se va alargando en la medida que se acorta mi paciencia. ¡Ay mísero de mí, y ay, infelice! Teniendo en cuenta que mi ánimo y mis gustos son volubles ¿quién soy yo para señalar ningún título? Además lo bueno es que al formar parte de Los libros para el olvido, ya los olvidé.
Yo tampoco he podido con el de García Montero “No me cuentes tu vida”. Comienza como una buena novela pero al poco pierde el norte y nos cuenta historias relacionadas con la política que son pesadas y sin el más mínimo interés. En la página 100 lo abandoné, no pude más.
Yo, que me lo leo todo. A mí, que me encanta la literatura colonial inglesa aunque digan verdaderas barbaridades de los nativos de las tierras que van a invadir, no he podido terminarme Los siete pilares de la sabiduría de Lawrence, por sus comentarios tan terriblemente racistas que se me subían los colores. Una pena porque la prosa de Lawrence es increíble, escribe muy muy bien. Estaba tan contenta cuando por fin conseguí los tres tomitos. Me he quedado al principio del segundo, me quedé indignadísima, casi más conmigo misma, porque al fin y al cabo, ¿qué podía esperar?