Hoy os vengo a recordar otras tres novelas fantásticas pero que, por azar y avatares de la vida, es muy difícil encontrarlas en librerías. “Ciudad de ladrones” tuvo una andadura corta ya que Seix Barral, aun siendo una impresionante novela sobre el cerco de Leningrado, la descatalogó a los pocos meses. “La vendedora de huevos” es la única obra de Linda D. Cirino y que fue publicada por la extinta editorial Nabla, que inició su andadura con mucho ímpetu para encallar hace unos cuantos meses sin ofrecer ninguna nueva novela en los dos últimos años. Y por último, “Un libro que podría titularse el baile de la berenjena”, la única novela del poeta Óscar Santos y que es una joya en miniatura de la literatura española actual. La editorial que la sacó, Baladí, estaba afincada en Alcalá de Henares y, después de publicar una docena de libros, no pudo resistir los embates de los tiempos y feneció hace unos meses. Os animo a descubrir estas soberbias obras.
Ciudad de ladrones
David Benioff (Seix Barral)
Traducción de Francisco Lacruz
350 Páginas – 16,50 €
Es extraño ver salir novedades literarias en pleno mes de agosto. Y más si el envío lo componen exclusivamente una nueva edición de “Marina” de Zafón- Zafón, ¡cómo no! ¡hasta en la sopa!-, otro best seller de los que huelen a rebajas y un título de la prestigiosa Seix Barral. Y esta edición de Seix Barral saltándose a la torera la línea de estilo de presentación de la que presume. Qué curioso. Así que me la cogí al momento y empecé a leerla. Al día siguiente ya me la había acabado. Son 350 páginas y me supo a poco. Perfecta.
Ciudad de Ladrones trata de la vida y de la supervivencia.
Poco antes de acabarla, en la página 287 hay un buen párrafo que puede resumir lo que es la novela y sin destripar nada en particular:
Los días se habían convertido en una sucesión de catástrofes: lo que parecía imposible por la tarde era un hecho categórico por la noche. Caían cadáveres alemanes del cielo; unos caníbales vendían ristras de salchichas hechas de carne picada de seres humanos en el Mercado del Heno; bloques de apartamentos se derrumbaban; perros convertidos en bombas ambulantes, soldados congelados transformados en postes indicadores; un partisano, con medio rostro, permanecía de pie, tambaleándose en la nieve, mirando con ojos tristes a sus asesinos. Yo no tenía comida en mi barriga, ni grasa en mis huesos, ni tampoco energía para reflexionar sobre este desfile de atrocidades. Sólo seguía moviéndome, esperando encontrar otra media rebanada de pan para mí y una docena de huevos para la hija del coronel.
Ese puede ser el resumen truculento de la obra. Pero hay que añadir algo de calor humano. Un calor humano que está presente a lo largo de la novela y que es la cualidad que la hace destacar de todos los otros libros de calamidades que se publican a miles. Y un buen final. Ni placentero, ni desagradable. Un final bien estructurado, como tiene que ser.
El autor, David Benioff, es un neoyorquino de 38 años que sabe muy bien lo que es el oficio de la escritura. Eminentemente escritor para cineastas, ha desarrollado los guiones de la películas: Troya, Tránsito y Cometas en el cielo. Está trabajando en los guiones de X-Men Origins: Wolverine y de la saga de gran éxito Canción de hielo y fuego. Esto tendría que servir como currículo para no dudar del saber hacer de este escritor. Pero aparte tiene novelas como La última hora (2000), llevada al cine por Spike Lee con guión del propio autor, o el libro de cuentos Descalza sobre el trébol y otros relatos del año 2004. Un autor de gran éxito.
Pero no para en el gran éxito comercial su carrera. La novela que acabo de leer es una gran novela que, sin aspavientos de índole cultista o literario, te atrapa desde la primera página y no puedes dejar de leerla. Una cualidad que saben plasmar en sus novelas aquellos que se han dedicado de por vida a la escritura de guiones. Y de los que en España tenemos un gran ejemplo con Rafael Azcona. David Benioff sabe imprimir ese tiempo mágico que pocos escritores dominan: hace que volemos con los personajes, perfectamente trazados e inolvidables, hasta parajes en los que la acción parece tomarse un respiro y es entonces cuando, el autor, nos encaja como pocos saben hacer un soberbio puñetazo en la cara y nos vuelve a despertar.
Puede parecer muy banal el resumen de la contraportada: Dos ladrones de poca monta únicamente se librarán de la muerte si consiguen una docena de huevos para un coronel ruso que quiere, en el día de la boda de su hija, obsequiarla con una gran tarta. Y la escasez de huevos y gallinas en un Leningrado acosado por los alemanes no hace fácil las cosas.
Sinceramente es una buena novela que retrata muy bien lo que fue la hambruna, el asedio de la ciudad y sus alrededores, pero lo que más cautiva es ese increíble viaje en busca de una maldita docena de huevos.
Un libro para aquellos que hace tiempo que no encuentran algo que les enganche.
Stalin está visitando una granja en las afueras de Moscú para ver qué tal van los Planes Quinquenales.
– Dime camarada, ¿cómo van las patatas este año?
– Muy bien camarada Stalin. Si las apilamos, llegarían hasta Dios.
– Pero si Dios no existe, camarada granjero.
– Y tampoco las patatas, camarada Stalin.
La vendedora de huevos
Linda D. Cirino (Nabla Ediciones)
Título original: Eve’s story
Traducción de Irene Muzas Calpe
206 Páginas – 14 €
Si nos parecía que el tema ya no daba para más, estábamos equivocados. Las desgracias del pueblo judío en el amanecer de la ideología nazi tienen otro título estelar en la literatura, y ese no es otro que “La historia de Eva”, un deliciosos libro aparecido en España con el título de “La vendedora de huevos”.
¿Por qué recomiendo este libro entre los tantos que salen al cabo del año sobre el tema de la persecución al pueblo judío en la época nazi? Porque es bien diferente en la forma y en el contenido de todos los otros.
Fundamentalmente es una breve novela totalmente planificada para hacernos sentir. Simplemente hacernos sentir. Eva, nuestra protagonista, es una mujer de campo alemana que vive cercana a la Selva Negra. Una mujer cuyas únicas inquietudes salen del trabajo de la granja y que vive completamente aislada, en 1936, sin saber nada de los movimientos políticos que se están cociendo en su país. Su vida marital acabó en el momento de dar a luz a sus dos hijos, unos vástagos que acuden al pueblo a estudiar y se sienten deslumbrados por la ideología de las juventudes hitlerianas, en cuyas filas acabarán sumidos para desconcierto de su madre. El marido es llamado a filas y desaparece de su vida. Las pocas cartas que de él recibe sólo hacen alusión a las cuentas del negocio. Y son bien escasas. Y la historia de esta mujer es el sinónimo de la rutina de una pequeña y mísera granja y de la carencia sentimental y de afecto que reina en su existencia. Hasta que aparece en ella un judío, Nathanael, al que esconde en el gallinero. Un pequeño recinto del que no puede salir y en el que excava un pequeño zulo en donde refugiarse en caso de peligro.
Lo que puede ser el comienzo de una clásica novela de intriga política deriva enseguida a otros derroteros mucho más atrayentes. Una novela de ansiedades y de inquietudes. Una obra que indaga sobre la maduración y el despertar de una mujer a los problemas que se le avecinan y que transformarán todo su mundo. La falta de amor y de roce puede ser el factor que decida la ayuda que prestará a nuestro otro protagonista. Pero la situación se hace cada vez más insostenible. El amor no puede ser la causa única de retener a este hombre. ¿Será el egoismo por poseerlo lo que le retenga? Su vida peligra tanto como la del judío y ha de adoptar alguna resolución drástica. Y si logra huir Nathanael, si logra alcanzar la felicidad, será la condenación y desdicha de ella. Pero surge una nueva complicación al hacer acto de aparición una pequeña niña acogida en la granja. Y este hecho será el detonante de una trágica decisión.
Una muy buena novela llena de pura tensión. Pero este drama personal es más de sentimientos encontrados que de tema político. Y el sincronizado ritmo en el que navega la obra nos hace sentirnos desesperados y agobiados por saber su resultado. En pocas novelas he ansiado saber de una manera tan acuciante el desenlace. Las abundantes escenas de ansiedad y posibles problemas en la trama de este relato escenificado en un microcosmos agobiante le hace ser muy diferente de lo anteriormente publicado. Nada en el pequeño recinto que representa esa granja puede estar exento de grandes cambios por el simple hecho de ciertos e inoportunos acontecimientos.
La autora, Linda D. Cirino, nació en Brooklyn en 1941, descendiente de unas familias judías de origen polaco y que se establecieron en Estados Unidos a principios del siglo pasado. Fue una gran escritora de ensayo totalmente desconocida para el popular mundo de las Letras hasta que escribió ésta, su primera novela. Ante la imposibilidad de publicar en su país, envió la obra a Inglaterra. Su texto fue reconocido como de gran calidad y pasó a ser publicada en 1997 con el nombre “The egg woman”. A raíz de una entrevista en una revista en Edimburgo su popularidad se extendió por toda Europa, excepto Alemania, y llegó a EE.UU. Habiendo recibido un ejemplar unos editores de Ontario pasó casi al acto a ser publicada para todo el mercado americano con la condición del cambio de título a “Eve’s story”. La popularidad le valió de poco a la escritora ya que murió en 2007 no habiendo escrito otra obra de ficción.
Hay mucha sensualidad en esta breve novela. Tanta como tensión contenida. Y la autora es una buena dosificadora de momentos. Una novela para no dejar de leer hasta la última frase del libro. Muy recomendable.
Un libro que podría titularse el baile de la berenjena
Óscar Santos Payán (Editorial Baladí)
Ilustraciones de Macarena Alagarín
Colección Caleidoscopias
244 Páginas – 17€
Imaginé que Rosario llegaba al puesto de las chucherías con una falda corta y muy ajustada, camisa blanca transparente y zapatos negros con un poco de tacón. Saludaba a su marido y me buscaba entre la gente. Imaginé entre trago y trago cómo me acercaba a ella entre las casetas, con seguridad y aplomo, como los vaqueros que atraviesan la calle sabiendo que pueden morir. La miraba a los ojos, y ella se estremecía al verme, le flaqueaban las piernas y su estómago se llenaba de revoltosas mariposas. Como una niña hipnotizada, venía hacia mí y se echaba entre mis brazos… Imaginé poco más, porque me atraganté con el vino y tosí doscientas veces mientras Luis se acercaba y me estampaba su manaza en la espalda. (Pag. 145)
Pocas veces una obra empieza como un torbellino, de personajes, historias y datos, y nos cala tan hondo. Muy pocas veces uno se enamora de un libro leyendo escasamente dos hojas de él… Y muy, pero muy pocas veces uno sale de leer una obra sabiendo que le releerá en breve porque el tiempo que ha pasado con ella ha volado. El lector se ha divertido, ha soñado y le han vuelto recuerdos de niño que le han llevado a esa infancia idílica a la que todos quisiéramos volver. Un elogio a la amistad y a los verdaderos valores de la vida; un homenaje a la vida rural y a la inocencia de nuestros primeros años.
Jorgito y Gorrión son dos amigos de 17 y 15 años que viven en Cataratas del Mar, un pueblo que, al contrario de lo que puede parecer, no tiene ni mar ni agua alguna que le bañe. Son las fiestas del pueblo, unas fiestas cuya diversión es el baile en la plaza del pueblo en el que se ha instalado una barra de bar -para que se acoden a ella los lugareños-. ¡Ah! Y un puesto de chucherías en el que Rosario, mujer alta y escultural, de blancas e interminables piernas, ojos como luceros y pechos de impresión, despacha entre otras cosas berenjenas en vinagre, esas famosas berenjenas que todos hemos comido alguna vez en nuestra vida y que algunos apodan de Almagro. Gorrión está enamorado de Rosario y no sabe cómo expresarlo. Aún no tiene muy claro qué es el sexo y qué es el amor. Pero mientras, para captar su atención, compra y compra berenjenas…
Cuando cogí la obra de Óscar Santos sentí la añoranza de esos libros casi olvidados de Delibes. Personajes en un entorno rural y con gran carga de endogamia cuyas existencias tienden a suscitar penas sin fin. Pero, afortunadamente, nuestro autor nos deleita desde la primera a la última página y las añoranzas y nostalgias devienen en sonrisas. Son tres días de fiestas en un pueblo perdido en la memoria y en la geografía de España. Un pueblo castellano de los que en las afueras crecen como setas los adosados y cuyos residentes lo son exclusivamente en época estival. Unos residentes de la gran ciudad ajenos a esta localidad y que, sin embargo, sus hijos se apoderan sentimentalmente de las chicas del pueblo, suscitando resquemores y celos en los pobres foráneos. Una visión muy “felliniana” de Castilla con un tratamiento exquisito de los personajes principales y secundarios. Y con unas brillantes escenas de primeros amores que nos ponen la sonrisa en la boca.
De Óscar Santos Payán sé que nació en Salamanca hace 41 años. Sé con toda seguridad que vivió un cierto tiempo en Alcalá de Henares trasladándose posteriormente a Madrid, y que, en sus años aquí, no llegué a conocerlo. Sé que se casó y tuvo una preciosa hija, a la que dedica este libro “con la esperanza de que un día disfrute con esta historia”, y que se separó, y que suele venir de vez en cuando a estar con su pequeña a esta ciudad natal de Cervantes. Sé que ha editado un libro de poemas y ganado ciertos concursos. Sé que es bajito y con gafas; que le encanta charlar con todo el mundo, que su móvil suena constantemente y que fuma con asiduidad. Y poco más sé de él.
Una primera novela de un escritor que tiene muchas cosas que contarnos y que las sabe contar. Y un nuevo éxito de esta pequeña editorial, Baladí, que va de acierto en acierto. Dejando a un lado toda experimentación lingüística o semántica nos cuenta una historia tal cual, simple y perfecta. De principio a fin, Esa historia que todos quisiéramos leer. Y, desde luego -que a mí me ha ocurrido- la historia que me hubiera gustado escribir. Y es que, ¡qué difícil es escribir tan simple!
Perfecta se mire por donde se mire.
P.D. Mención de honor a los editores por la cuidadísima edición, diría que de coleccionista, y en la que la portada es algo esencial. Los colores de la berenjena estampados en lomo y portada y el bello dibujo de Macarena en el que sale el “Gorrión” apoyado en el hombro de Rosario, nuestra entrañable vendedora de berenjenas de Almagroi
Siempre ando navegando entre páginas de libros, buscando consejo o localizando ejemplares y he llegado hasta tí. Me gusta este sitio.
Antes de seguir, a modo de presentación, diré que en este momento de mi vida soy, casi exclusivamente, lectora de novela negra y ¡de cuentos ilustrados!. Ambos tienen en común que “el malo” siempre acaba mal y me hacen sentir bien.
También he de confesar (y no pienses mal de mí, que soy una asidua paseante de librerías) que cuando compro la comida en grandes almacenes también visito la sección de libros para llevarme alguno cual alimento (que no engorda y suele estar muy bueno si se elige bien sano sin colorantes, ni conservantes) y en una de estas ocasiones metí en el carro “Ciudad de ladrones”. ¡Qué rica me supo cuando la tomé!
No he podido resistir la tentación de escribir este comentario para decir que la novela merece tus palabras de elogio, las mías y seguramente las de todo aquel que se acerque a ella. Es entrañable e inolvidable, un romántico cuento ruso con ogros caníbales, sin bruja Yagá. También yo la leí de un tirón.
Ese acertado día, en ese carro, junto a “Ciudad de ladrones”, puse “La nariz de Edward Trencom” de La Factoría de ideas. Me sorprendió, me divertí. Me atrevo a recomendarlo.
Y ahora te dejo, que llaman a la puerta y sé que es una versión de “Los mejores cuentos de las 1001 noches” que me llegan desde Sevilla, ilustrados por la inefable Olga Dugina. Me ha costado mucho encontrar un ejemplar. Me voy a disfrutar de él.
Hasta otra ocasión,
Mar