La librería de Javier

Un punto de encuentro para los amantes de los libros

“El insólito peregrinaje de Harold Fry” fue una de las sorpresas de este año pasado. Su estilo, sencillo y descriptivo, da paso a una obra en la que los valores humanos y la espiritualidad se nos va metiendo hasta lo más hondo del alma. Una obra que recordaremos durante mucho tiempo y que quedará como un clásico de la literatura.

El insólito peregrinaje de Harold Fry
Rachel Joyce (Salamandra Ediciones)
Título original: The unlikely pilgrimage of Harold Fry
Traducción de Rita da Costa
334 Páginas – 17 €

La gente salía a comprar leche o a llenar el depósito de gasolina, incluso a echar cartas al buzón, y lo que nadie más sabía era el terrible peso que cargaba dentro de sí, el esfuerzo sobrehumano que suponía a veces aparentar que se era normal y se formaba parte de cosas que parecían fáciles y cotidianas, la soledad que implicaba todo ello. (p. 99)

No hago sino en insistir en las bondades de la buena literatura. Mientras unos textos nos alegran el verano o ciertos fines de semana, al volver a la rutina, dichos textos desaparecen de nuestra memoria. Y no nos importa lo más mínimo. Sin embargo hay otros que, como sin querer, horadan nuestro cuerpo, nuestro frágil cuerpo, y al acabar con su lectura toman vida propia, nos hacen pensar una y otra vez en lo leído y en la vida de los personajes. Personajes que ya son parte de nuestra existencia aun habiendo nacido y vivido en una novela ambientada a muchos kilómetros de nuestra rutina. A esa especial clase de novelas pertenece la insuperable “El insólito peregrinaje de Harold Fry”.

Harold Fry es un recién jubilado que un buen día recibe una carta de color rosa pálido en la que una amiga del trabajo, de la que no ha tenido noticias en los últimos 20 años, le comunica que tiene un cáncer terminal y que de esa manera se despide de él. Harold, apesadumbrado, escribe una escueta misiva y se va a echarla al buzón. Pero se lo piensa mejor y sigue andando hasta que tenga un mensaje más apropiado que escribir. Y así, poco a poco, sin ropa apropiada, sin móvil ni plano alguno, intentará llegar hasta el hospital en el que está internada Queenie, su antigua compañera de trabajo y a la que debe alguna explicación.

Cuando me puse manos al texto tuve la sensación de coger una obra al estilo de “El abuelo que saltó por la ventana y se fue”, una novela magnífica, divertida y de imaginación insuperable. Pero a las pocas páginas ya pude darme cuenta de mi error. Estaba ante una obra de marcado significado simbólico y espiritual. Pero, entiéndanme bien, un espiritualismo sin rastro alguno de creencias religiosas, de espiritualidad new age o de sentimientos de libro de auto ayuda. Para aquellos que amen el buen cien les diré que tiene ciertos paralelismos con “The straight story” (Una historia verdadera) de David Linch, en la que un anciano, al saber de la enfermedad inesperada de su hermano, recorre Estados Unidos de uno a otro extremo con una podadora de césped para poder verle antes de que muera. En este caso, el de “El insólito peregrinaje de Harold Fry” se trata de un viaje de más de mil kilómetros recorriendo Inglaterra desde el extremo suroeste hasta lo más al norte posible, Berwick-upon-Tweed. De hecho hay un pequeño guiño en la obra a este largometraje al encontrarse Harold con un cortacésped y soltar una sonora carcajada. Y, al igual que en la película de David Linch, lo que parece prometer una novela de carretera, lo es, sí, pero ese recorrido es más que de esfuerzo físico, que lo es, de introspección interior. Rachel Joyce nos ha obsequiado con uno de los más bellos e intensos textos de los últimos años. Una obra que incide en nuestro deshumanizado comportamiento con aquellos a los que decimos que queremos, y un alegato en contra de la tecnólogoa de la comunicación y que no hace sino alejarnos cada vez más de nuestros queridos amigos y familiares. Harold, de temperamento gris y acomodaticio, irá creciendo a medida que va dejando kilómetros tras de si. Y ese crecimiento espiritual irá engrandeciéndole al igual que a los que con él comparten camino y sentir. Él bien sabe que, a pesar de los ánimos y esperanzas que le da una camarera de que ese peregrinaje podrá salvar a su amiga, la vida de Queenie está condenada por naturaleza, pero su fe en la amistad y en la reorganización de su vida le procurará un éxito muy superior al esperado.

La escritura de Rachel Joyce es perfecta y meticulosa, como podía esperarse después de sus años de guionista de teatro y series de televisión y su experiencia como actriz en estos medios antes de pasarse a la escritura. Y su estilo, depurado al máximo, es trabajadamente simple, lineal y tremendamente detallista. Y son estos detalles, plasmados sobre todo en los aspectos dedicados a la naturaleza, ya sea en plantas, árboles, flores o pequeños insectos, a lo largo del gran periplo de Harold, los que otorgan al texto esa característica de “prosa inglesa” tan determinante en los autores anglosajones. He de añadir la perfecta inclusión de flashbacks narrativos, los giros en mitad de la trama y su espectacular final, que nos deja sin armas para poder defendernos sentimentalmente de la historia. “El insólito peregrinaje de Harold Fry” es una novela que, una vez comenzada, no podemos dejar de leer y que nos calará hasta lo más profundo de nuestro ser. Una escritura, en definitiva, clásica y perfectamente medida sin pasajes desechables y con sabor marcadamente inglés. Y mi enhorabuena a la editorial por esa ajustada y deliciosa traducción de Rita da Costa y por esa portada tan simple, bella e ilustrativa de la obra.

Harold caminaba un rato con todos estos desconocidos y los escuchaba. No juzgaba a nadie pero, a medida que los días pasaban y el tiempo y los lugares iban desvaneciéndose, no acertaba a recordar si el inspector de hacienda iba descalzo o si llevaba un loro en el hombro. Ya no le importaba. Era la fragilidad de la gente lo que lo llenaba de asombro y ternura, así como la soledad intrínseca a cada ser humano. El mundo estaba hecho de personas que, como él, se limitaban a dar un paso tras otro, y una vida cualquiera podía parecer vulgar y corriente sencillamente porque quien la vivía llevaba mucho tiempo haciéndolo. Harold ya no podía cruzarse con un desconocido sin reconocer que todas las personas eran iguales y únicas a la vez. Tal era la paradoja de la condición humana. (p. 168)

Rachel Joyce fue durante años una reconocida actriz de teatro y de televisión, con papeles protagonistas en la Royal Shakespeare Company, el Royal National Theatre, la Royal Court y el Cheek by Jowl, antes de dedicarse a la escritura. Es autora de más de veinte obras dramáticas para Radio 4, la prestigiosa emisora de la BBC, y responsable de adaptaciones de grandes obras para Classic Series y Woman’s Hour. En 2007 ganó el Premio Tinniswood a la Mejor Obra de Teatro para Radio. El insólito peregrinaje de Harold Fry es su primera novela. Rachel Joyce vive en Gloucestershire con su marido y sus cuatro hijos.

Una de las más bellas y emocionantes historias de este año. El insólito peregrinaje de Harold Fry es una novela de lectura obligatoria y que se nos quedará grabada en la mente durante años y años.


Una respuesta hasta ahora.

  1. Monica dice:

    Mi padre me pidió el libro “El abuelo que saltó por la ventana y se fue”, pero todavía no me ha dicho si le gustó o no. Me apunto este para regalárselo.

    P.D.: Si no me equivoco, es David Lynch.