Ocurrió una clara mañana de domingo. Como suelo hacer cada cierto tiempo, desayuné algo más temprano que de costumbre y, abrigándome bien para ello, salí hacia el bosque. El bosque no está muy lejos del pueblo, solo a unos cientos de metros. Los árboles, en esa época solían presumir de colores ocres y pardos, estando todo el camino sembrado de hojas humedecidas y desgajadas por las recientes lluvias. Después de andar por veredas serpenteantes, entre arroyuelos de aguas mansas y gélidas, llegué a lo alto de la colina, desde la cual se puede apreciar en toda su magnitud el bello estanque que en esos tiempos estaba plagado de patos y gansos. Caminé ya más despacio, recreándome en cada árbol y prestando atención a los variados sonidos de las aves que sobrevolaban sobre mi cabeza. Y allí, en una pequeña explanada, durmiente y rodeada de pequeños abetos, había una roulotte maltrecha y como abandonada. Me acerqué sigilosamente a ella y me puse a observar su interior. Todo parecía estar en gran desorden. Un desorden, lleno de calma y tristeza. Pero al poco pude ver a través de los cristales que algo se movía. Eran pequeños seres que giraban, saltaban y revoloteaban alrededor del cuerpo de una mujer, la cual yacía inmóvil en la parte trasera. Su cuerpo, sereno y relajado, aún tenía vida. Una tenue respiración motivaba que la mano derecha, que reposaba sobre su pecho, subiera y bajara casi imperceptiblemente. En ese momento pasó una avioneta, que me hizo mirar al cielo. ¿Estaría rastreando la caravana? La avioneta dejó paso al poco a una fina lluvia y después de ésta, que duró unos breves minutos, otra vez el sonido del bosque. Supe más tarde que esa mujer era una creadora de marionetas que había optado por vivir en medio del bosque. Y en su sueño -¿eterno hasta que un príncipe abriera la puerta y la besara?-, mientras, sus hijos de madera, algunos aún sin estar acabados, danzaban y danzaban a su alrededor, libres de los hilos de su dueña. Poco a poco fueron llegando unas cuantas personas más. Al poco la roulotte quedó rodeada de curiosos que indagaban través de las pequeñas ventanas, conjeturando todo tipo de historias sobre la dueña de aquel vehículo. Y llegado el momento me fui, rodeado de sonidos dispares, hacia un lugar más seguro y alejado de sueños y pesadillas, a la rutina de nuestra vida, que son los hilos de nuestra existencia.











The Marionette Maker es la impresionante instalación que ha montado el Museo Reina Sofía en el Palacio de Cristal de El Retiro en este final de otoño. Sus autores, de larga trayectoria en este campo, son los canadienses Janet Cardiff y George Bures Miller. Ya pulidos en montajes sonoros que han tenido gran éxito en los principales museos del mundo, han creado para este enclave de Madrid esta bella muestra de arte que no deja indiferente a nadie. Pudiera decirse que nos obliga a crear una historia de todo lo que podemos observar a través de los cristales de esta roulotte, enclavada en el Palacio de Cristal. Y ello sin contar con los espectaculares efectos sonoros que nos envuelven una vez que nos hemos acercado a la obra. Una obra que cobra sentido, una vez especulado el interior, y cuando poco a poco nos vamos alejando, dejando a una multitud de curiosos alrededor de ella, especulando sobre la mujer que yace en su interior y esos seres que pululan y se mueven dentro de la caravana. Un espectáculo que recomiendo encarecidamente. Pocas veces el arte moderno ha cautivado tanto como con esta soberbia instalación que nos provoca soñar y conjeturar historias sobre “La hacedora de marionetas”.
El reportaje artístico es del fotógrafo J. Ritts.
Hermoso texto y hermosas fotos las que lo acompañan. Mis felicitaciones al escritor y al artista visual.
Gracias, Iván. Se hace lo que se puede.
Un abrazo.