La víspera de casi todo
Víctor del Árbol
Destino editorial
Premio Nadal 2016
412 Páginas
20,50 €
Víctor del Árbol es un escritor, antes de obtener el prestigioso Premio Nadal, bien conocido y reconocido. Por la crítica y por el público lector. A sus dos primeros libros, Respirar por la herida y La tristeza del samurai, les siguió Un millón de gotas, que batió cifras de ventas y encumbró al escritor como autor de gran calidad. Este año nos ha sorprendido al ganar el Premio Nadal con La víspera de casi todo, una novela muy suya, y de escritura deslumbrante.
A Ibarra le repulsa reconstruir aquella escena, el hombrecillo y Eva a solas con la música de Bach, ella llorando desconsoladamente, derrumbada ante la certeza que se negaba a aceptar y el hombrecillo, el asesino de su hija, estrechándola contra sus brazos, besándola en el cabello, acariciándole el hombro, susurrando palabras de consuelo. (p. 132)
El inspector Germinal Ibarra descubre al asesino de Amanda, una niña de 10 años que ha sido asesinada por un extraño hombrecillo, el que lleva una filmoteca de la ciudad de Málaga. Ante el cadáver de la niña no puede resistirse, y le mata a golpes. Unos años después, trabajando en una comisaría de La Coruña, recibe una llamada urgente, ha de personarse en el hospital ante el requerimiento de una mujer medio muerta a golpes. Al entrar en la habitación descubre, entre todos los moretones y heridas, a Eva, la madre de la niña muerta en Málaga.
…porque los muertos saben necesariamente cosas que los vivos ignoran. Lástima que los muertos sean mudos y los vivos sean sordos. (p. 338)
La víspera de casi todo es una soberbia novela de intriga que destaca sobre todas las demás novelas que son de actualidad. Una trama perfecta, con flashbacks ajustados y giros a cada vuelta de página, una escritura de calidad, con toques poéticos, los justos, muy por encima de cualquier novela de premio al uso, y una singular maestría a la hora de las descripciones que procura al lector los suficientes datos para hacerse una idea de los personajes sin aburrir en detalles superfluos. Pero La víspera de casi todo es una novela, además de todo ello, muy original y ocurrente, abordando temas de gran actualidad y otros que están presentes en nuestra memoria desde hace años. Una obra que será, sin lugar a dudas, un clásico dentro de las letras españolas y que se seguirá leyendo, pasados los años, con la misma delectación y placer con la que el lector la puede abordar hoy en día. Poco más puedo decir sino recomendar esta obra a todo tipo de lector. Una obra maestra de la novela negra, como ahora lo llaman, aunque para mí La víspera de casi todo es una obra maestra de la literatura. Sin más.
—Los sueños solo sirven para despertar de ellos— le dice Germinal.
Eva asiente y le estrecha débilmente la mano. Se mueve en la cama. Quiere incorporarse y él la ayuda. Coloca los almohadones en su nuca. Le aparta un mechón de cabello de la frente.
—Tratamos de huir de nuestro destino sin darnos cuenta de que nos dirigimos hacia él— concluye ella. (p. 66)
Víctor del Árbol (Barcelona, 1968) fue mosso d’esquadra desde 1992 hasta 2012, cursó estudios de Historia en la Universitat de Barcelona y colaboró como locutor en Catalunya Sense Barreres (Radio Estel, Once). Es autor de las novelas El peso de los muertos (Editorial Castalia, Premio Tios de Novela 2006), El abismo de los sueños (inédita, finalista del XIII Premio Fernando Lara 2008) y La tristeza del samurái (Editorial Alrevés, Prix du Polar Européen 2012), traducida a una decena de idiomas y bestseller en Francia. Sus últimas obras son Respirar por la herida (Editorial Alrevés, finalista en el Festival Internacional de Cine Negro de Beaune 2014 a la mejor novela extranjera) y Un millón de gotas (Ediciones Destino, ganadora en 2015 del Grand Prix de Littérature Policière y premiada como la mejor novela policial extranjera por el Magazine Lire).
Y después, cuando los ojos se secan, solo queda mirar de nuevo y lanzar aquellas palabras al mar. Arrancar una hoja tras otra y dejar que el viento y las olas las hagan desaparecer. Dejar que las horas sigan buscando su destino. (p. 411)
La víspera de casi todo, de Víctor del Árbol, es, y difícil va a ser que me equivoque, la novela del año. Pocas obras tienen una trama tan bien construida y una escritura tan perfecta. Una obra maestra de lectura absolutamente obligatoria.
La víspera de casi todo / Víctor del Árbol (Premio Nadal 2016)
He leído La víspera de casi todo hasta la página 130 o 140 y ahí la he dejado, pues ha resultado ser la víspera de una decepción. Ayer tarde fui a la librería donde la había comprado y la cambié por otra novela.
El premio Nadal del este año tiene un principio muy bueno. No voy a dar detalles de lo que pasa en esas primeras páginas para no fastidiarle a nadie la lectura, solo diré que cuenta algo que sucedió en el pasado y que queda cerrado, es decir, ese no es el conflicto de la novela. A partir de ahí, nos encontramos con una serie de personajes de los que el autor nos va relatando su vida, saltando de uno a otro. Siempre que leo una novela en la que se cuenta con más o menos detalle la vida de tantos personajes, desde su niñez o juventud, no puedo evitar preguntarme si todos esos datos son necesarios para la trama y subtramas de dicha obra (en la mayoría de los casos es información irrelevante, lo que se suele denominar “paja” para rellenar páginas y páginas y más páginas).
Mientras avanzaba en la lectura, me preguntaba, ¿dónde está el conflicto? Lo que no puede ser es que llegues casi a la mitad del libro y no haya conflicto por ninguna parte, solo personajes que interactúan entre sí y de los que se cuenta su vida, pero poco más. Bueno sí, hay algo que puede intrigar un poquito, pero muy poquito, al lector, y es qué le ha sucedido a Eva Mahler para ser ingresada en el hospital.
Por otro lado está la prosa de Victor del Árbol, que no me convence del todo. No quiero decir con esto que sea un mal escritor, ni muchísimo menos (para gustos los colores). Su prosa me parece en algunos momentos correcta, en otros, pretenciosa, desafortunada y cursi. Hay párrafos, como este, que me sacaron los colores por su ingenuidad:
“Cuando el chico le pregunta por el grifo tatuado: Era el vestigio de un pasado que era cicuta, la consecuencia de una noche de orgía y drogas que terminó en un garaje. Recordaba a aquellos vikingos de cabeza rapada y quincalla en todo el cuerpo, incluso en sus pollas, de tatuajes de fingidos… esos fieros guerreros que se adueñaron de su voluntad medio ausente y la usaron porque era lo que necesitaba de ellos… Sentía sus jadeos alcohólicos. Se turnaban para tomarla…”
Otra cosa que Víctor hace, con gran maestría, es ralentizar y romper la trama durante toda la novela con frases lapidarias de este tipo:
““al empujar la puerta hacia dentro emitió un ruido de secretos” (al más puro estilo Carlos Ruiz Zafón, sí señor).
Se ha dicho también de esta novela que es psicológica. Hasta lo que he leído, casi la mitad, me parece la novela menos psicológica a la que he hincado el diente en estos últimos años. No he sentido la más mínima empatía por ninguno de los personajes. Pongo un ejemplo, de los muchos que podría citar, donde apreciamos esto: Daniel, uno de los personajes de la novela, es un chico muy joven, virgen, tímido, introvertido, que ha sufrido muchísimo y está traumatizado debido a un fatal y trágico accidente que ha cambiado su vida por completo (ya no digo más para no caer en el spoiler). Este chaval, como he dicho, no ha tenido aún ninguna experiencia sexual. Juzguen ustedes este párrafo:
“Durante unos segundos, Paola le retuvo la mano. A continuación, muy despacio, la guió hacia el muslo, todavía salpicado con el agua del mar. Lo hizo, primero, con la lúgubre impresión de que aquella escena resultaba patética; luego, con un perverso interés cuando los dedos (repite la palabra dedos tres veces en cuatro líneas) de Daniel se detuvieron en el muro de las bragas (suena fatal eso del muro de las bragas); y, por último, con incredulidad cuando esos dedos sortearon el obstáculo y entraron en ella.
No era posible que aquellos dedos la conocieran tan exactamente. Era como si hubieran dibujado muchas veces el mapa por el que ahora se deslizaban y supieran cómo interpretar esa música secreta” (¿de qué música habla? La metáfora del mapa, vale, ¿pero la música?).
¿Cómo un chico tímido, virgen e inexperto, encerrado en su mundo interior, tiene esa habilidad para tomar la iniciativa y volver loca, con tal destreza, a una mujer madura y experimentada que ha pasado por muchas noches de orgías y drogas, como dice Víctor del Árbol varias veces en la novela, “orgías y drogas”. Y esto es psicología de personajes…
Analizo otro párrafo de la novela:
“No pensó ni un momento en suicidarse; no de un modo tajante y definitivo, al menos. Permitió que su mundo fuera cada vez más elemental (según la RAE, elemental significa evidente, fundamental o primordial, obvio, de fácil comprensión… Un adjetivo usado con muy poco acierto. No es el único, la novela está plagada de ellos), hasta convertirse en un territorio poblado de seres nocturnos, descarnados (descarnado: Dicho de una EXPRESION o de un ASUNTO: Crudo o desagradable, expuesto sin paliativos… Otro adjetivo mal empleado). y sin rostro (todos tenemos un rostro, ¿no? De una u otra naturaleza… Yo no conozco a alguien que no tenga rostro) —cada vez peores— que tomaban de ella lo que deseaban sin pedirlo. Se sumergió en un territorio de seres primitivos que carecían del tapiz de refinamiento de sus trajes, sus coches y sus casas (Tapiz: Paño grande, tejido con lana o seda, y algunas veces con oro y plata, en el que se copian cuadros y sirve de paramento… Habría quedado la frase mucho mejor suprimiendo tapiz: que carecían del refinamiento de sus trajes…), de vicios que la empujaban cada noche a una muerte diferente y a un despertar que era una muerte aún peor. Un submundo gelatinoso (gelatinoso: Abundante en gelatina o que tiene consistencia de la gelatina… Otro adjetivo usado con poca fortuna. Podría haber empleado oscuro, morboso, inmoral, ¿pero gelatinoso? A mi alguien me dice: mi mundo es gelatinoso, y no sé a qué se refiere) de drogas, orgías (este hombre está obsesionado con las drogas y las orgías, las menciona a cada momento), escándalos y miedo oculto, de confusiones relativas entre la realidad y la ficción ofrecidas por las pastillas de ácido que se deshacían bajo la lengua. En ese infierno, se rendía el homenaje destructor que, a su parecer, merecía entregándose con lealtad al ser despreciable que creía ser (pero este hombre por qué escribe así, por qué es tan enrevesado. En los talleres de escritura creativa te dicen que cuidado con rizar el rizo, que la mejor forma de decir el sol entraba por la ventana es el sol entraba por la ventana. Cuidado con querer decir las cosas de manera diferente o poética porque la puedes cagar, no todo el mundo tiene el talento de Onetti, Saramago, Roberto Bolaño, Cortázar, Pablo Gutiérrez, Casavella… Escribir empleando una prosa poética y que quede bien es muy difícil, hay que ser muy buen escritor) Ya no podía volver sobre sus pasos en ese viaje alucinógeno de color plata (ya estamos con los colores, este hombre le pone color a todo en esta novela, bueno pensemos que lo de color plata es por el papel de albal y la droga, por pensar algo) donde cada escalafón era más bajo, más cochambroso…”
Resumiendo, que la gente se asusta con los textos muy largos y ya me he pasado tres pueblos, una novela soporífera que tuve que dejar casi a la mitad, con una prosa poco efectiva y en muchas ocasiones cursi y pretenciosa.
Le doy una puntuación de 5 sobre 10.
Te agradezco este gran comentario.
Tenemos diferentes puntos de vista, ya que has podido apreciar que a mí sí que me ha gustado mucho y lo he devorado. Creo que no era tu día. Déjalo en una estantería un año y olvídate de él. Vuélvelo a coger cuando ya no te acuerdes de lo leído e inténtalo de nuevo. Seguro que cambias de opinión.
Un cordial saludo.