Lo de la autoedición está empezando a pasar factura.
Esta mañana se me ha presentado en la librería un joven de unos 30 años, de la tipología de los hipster trasnochados. Ojos soñolientos, gafas de pasta negras, barba rubia sin arreglo alguno y ropajes de andar por casa. En su mano una carpeta con algunos folios.
—Vengo a ver si usted puede vender un relato que he escrito.
—¿Un relato que has escrito?
—Sí, un relato.
Echa mano a la carpeta y saca dos folios. Dos tristes folios unidos con una escuálida grapa que, temerosa, une las vergüenzas del pobre chico.
—Lo vendo por un euro.
La gota colma el vaso.
Bien está que cualquier menda, tras haber oído a su madre decir que es el más guapo del mundo, el chico más inteligente que hay en el universo y el que escribe mejor que nadie, quiera sacar su librito y se dirija a un sacapelas y timador en clave de editorial independiente alternativa que lucha contra los imperios creados por las multinacionales del sector. Yo también soy alternativo e independiente, pero de ninguna manera un estafador.
Cualquiera puede imprimir sus escritos, ¡claro que sí!, pero no por ello ha de considerarse un escritor. Un escritor es algo más serio que todo eso. Un escritor es alguien relacionado con esa cosa tan bella llamada Literatura. Esa cosa que a algunos les resbala por los cuatro costados ya que a pesar de hacer escrito media docena de libros no han leído uno tan siquiera. Ser escritor nada tiene que ver con los egos y las ansias de ser lo que nunca se va a llegar a ser, porque, a fuer de ser sensatos, nunca, por mucho empeño que pongan, van a llegar a ser. Seamos serios, por favor.
No todo el mundo va a llegar a ser Cristiano Ronaldo simplemente porque juega al fútbol los domingos por la mañana con sus amigos del bachillerato, ya entrados en años, que todo hay que decirlo, y que se asfixian después de correr diez metros; ni van a llegar a ser John Ford, haciendo pequeños vídeos con su nuevo iPhone de altísima generación, que acaba de actualizar su sistema operativo, a razón de media docena en una mañana; ni tan siquiera van a llegar a ser Antonio López, aunque ese bodegón que le regaló a su madre por la día de la mismísima y que lo ha enmarcado en la tienda de abajo —el vendedor de marcos le dijo mientras, además, le cobraba veinte céntimos por la bolsa de plástico, que hacía años que no veía nada parecido, que qué prodigio de hijo. Algo le tenía que decir al venderle ese marco carísimo y que lleva cinco años sin poder encasquetar a nadie…—. Después, su madre lo colocó en el comedor en un sitio preferente, para que lo vean las visitas que nunca llegan… ¡Dios, cómo me enrollo!
¡Pero cómo se puede ir a una librería a vender un relatito de dos folios, cosidos con una mera grapa, y decir que “me dedico a la escritura”! Los peligros de la autoedición comienzan a ser acuciantes. Hay que ponerles límite sea como sea. Yo que el presidente de gobierno aplicaría el artículo 155 a todos los farsantes y perroflautas de la literatura de la puerta de atrás. Esto es peor que la epidemia del independentismo. ¡Todos a la cárcel, por decreto!.
Pero claro, todo eso que pensé no se lo dije al presento Truman Capote que se presentó ayer por la mañana en mi librería. ¡Y mira que era apañado el chico! Con mi sonrisa más sardónica, aunque sin enseñar los dientes a lo Pantoja, le respondí mientras le devolvía los dos folios cosidos con la triste y solitaria grapa:
—¡Tío, tienes que currártelo un poquito! Ven dentro de diez años, cuando hayas escrito algo más.
¡Pero qué educado soy a veces!
Dentro de diez años espero haberme jubilado.
Que fácil es prejuzgar a alguien que no conocemos y juzgar un libro por la tapa sin siquiera ver su contenido.
Te hago estás preguntas:
1- Te molestaste si quiera en leer esas dos hojas de folio? Quizá parezca pobre pero a lo mejor su contenido era mejor que un libro de 200 páginas donde todo es paja. Las mejores esencias se concentran en frascos pequeños.
2- Le juzgas por su físico…Tu qué sabes si ese chico está cansado o sufre una depresión o está cuidando de su madre o tiene un trabajo agotador?
Me da pena el chico ,que fue con ilusión y tú por dentro estabas riéndote de él y le despachaste con el cinismo propio de la típica persona que está subida en su trono y se ríe del que está debajo.
Ojalá la vida te ponga un día al otro lado y seas tú el que va mendigando .Gente como tú hace que se prefiera pasar el tiempo con los animales, que tienen más empatía que muchas personas… .